LA CRISIS DE
CUBA
1. La crisis de Cuba
Carta de Kruschev a Kennedy 1962.
Estimado señor presidente:
He sabido con satisfacción su respuesta al señor Thant en el sentido de
que se tomarán medidas para impedir el contacto entre nuestros barcos y con
ello evitar irremediables consecuencias.
Este razonable paso por su parte refuerza mi creencia de que usted está
demostrando preocupación por salvaguardar la paz y observo esto con gran
satisfacción.
Ya he sostenido en alguna ocasión que nuestro pueblo, nuestro Gobierno
y yo personalmente, como presidente el Consejo de Ministros, estamos
preocupados únicamente en que nuestros países puedan desarrollarse y ocupar un
lugar digno entre todos los pueblos del mundo en la competencia económica, en
el progreso de la cultura y de las artes, en el incremento el bienestar de la
Humanidad.
Este es el campo más noble y necesario para la competencia y, tanto los
vencedores como los vencidos, sólo ganancias pueden obtener de ella, puesto que
en el va implícita la paz y el mejoramiento de las condiciones de vida del
hombre.
En su declaración usted ha sustentado que el principal objetivo es
llegar a un acuerdo y adoptar las medidas necesarias para impedir un choque
entre nuestro buques, con la consiguiente acentuación de la crisis que podría
desembocar en un conflicto militar, tras de cuyo estallido todas las
conversaciones serian superfluos ya que entonces entrarían en liza otras
fuerzas y otras leyes, las leyes de guerra.
Estoy de acuerdo con usted. Pero éste sólo el primer paso, puesto que
la medida más importante a adoptar es la normalización y la estabilización de
la paz entre los Estados y entre los pueblos.
Me hago cargo perfectamente de su preocupación, señor presidente, por
la seguridad de los Estados Unidos, porque éste es el primer deber de un
presidente. Pero nosotros, los rusos, estamos también preocupados por la misma
cuestión, y yo como presidente del Consejo de Ministros, asumo las mismas
obligaciones en relación con la URSS.
Usted ha mostrado su preocupación por el hecho de que nosotros hemos
ayudado con armas a Cuba a fin de fortalecer su capacidad defensiva -sí,
precisamente su «capacidad defensiva»-, porque, prescindiendo de las armas que
posea, Cuba no puede comparase con los Estados Unidos. Son muy diferentes las
cantidades, el potencial militar de que disponen Estados Unidos y Cuba.
Nuestra intención ha sido, y sigue siendo, ayudar a Cuba. Y nadie puede
negar el carácter humano de nuestros motivos, que no son otros que hacer
posible que Cuba viva en paz y que se desarrolle de acuerdo con los deseos de
sus pueblos.
Usted desea mantener la seguridad de su país. Esto es comprensible,
pero Cuba aspira a lo mismo. Todos los países desean mantener su propia
seguridad.
¿De qué forma podemos nosotros, la Unión Soviética, nuestro Gobierno,
valorar las acciones de ustedes, concretamente el hecho de que hayan ustedes
rodeado con bases militares a la Unión Soviética y a nuestros aliados,
estableciendo en ellas arsenales de proyectiles? Los funcionarios
norteamericanos han declarado infinidad de veces, y de modo inequívoco, que sus
proyectiles están emplazados en Gran Bretaña y en Italia y que están apuntando
contra nosotros. Por supuesto también hay proyectiles emplazados en Turquía.
Usted está preocupado por causa de Cuba. Usted dice que Cuba le
preocupa por que hay una distancia de tan sólo 145 kilómetros desde ella a la
costa americana. ¿Considera acaso que tiene usted derecho a demandar seguridad
para su país y la retirada de todas aquellas armas a las que califica de
«ofensivas» y no reconoce que el mismo derecho nos asiste a nosotros?. Usted ha
instalado proyectiles mortíferos, armas de las consideradas ofensivas por
usted, en el suelo de Turquía, prácticamente al lado nuestro. ¿Cómo puede
entonces admitirse una concordancia entre nuestra semejante capacidad militar y
las desiguales relaciones entre nuestros dos grandes Estados?
Está bien, señor presidente, que haya accedido usted a que nuestros
representantes se reúnan e inicien conversaciones aparentemente bajo la
mediación del secretario general de las Naciones Unidas, U Thant. Este
funcionario internacional ha asumido el papel de mediador y nosotros le
consideramos capacitado para llevar adelante esta misión de responsabilidad,
dando por sentado, por supuesto, que cada una de las partes ha de demostrar
buena voluntad para solucionar el conflicto.
Yo estimo que es posible poner fin rápidamente al conflicto y
normalizar la situación de modo que los pueblos puedan respirar más fácilmente
considerando que los hombres de estado responsables tienen buen sentido, plena
conciencia de sus responsabilidades, capacidad suficiente para resolver
cuestiones complicadas y no habrán de dejar que los acontecimientos desemboquen
en la catástrofe de una guerra.
Por consiguiente, hago a usted esta proposición: nosotros accedemos a
retirar de Cuba aquellos materiales que usted calificó de ofensivos, y podemos
comprometer nos a ello en el seno de las Naciones Unidas. En reciprocidad, sus
representantes harán una declaración en el sentido de que los Estados Unidos,
considerando las dificultades y la ansiedad del Estado soviético, retirarán de
Turquía similares materiales ofensivos.
Lleguemos a un acuerdo en cuanto al período de tiempo necesario, para
ustedes y para nosotros, al objeto de poner en práctica este plan. Después de
esto, personas de confianza del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas,
podrán vigilar sobre el terreno el cumplimiento exacto de los compromisos.
Por supuesto, será necesaria la autorización de los Gobiernos de Cuba y
Turquía para que los agentes de la ONU puedan entrar en los respectivos países
y llevar a cabo su misión de inspección. Lo ideal sería que estos agentes
gozaran no sólo de la confianza del Consejo de Seguridad, sino de la confianza
de los Estados Unidos, de la Unión Soviética y de Turquía y Cuba. Creo que no
será difícil elegir a esos agentes que deberán respetar los intereses de todas
las partes afectadas.
Nosotros, comprometiéndonos a dar satisfacción a las esperanzas de los
pueblos de Cuba y Turquía y a fortalecer la confianza de ellos en su propia seguridad,
haremos una declaración ante el Consejo de Seguridad de modo que el Gobierno
soviético haga la promesa solemne de respetar la soberanía de Turquía y la
inviolabilidad de sus fronteras, de no interferir en sus asuntos, de no invadir
Turquía, de no hacer del territorio soviético una cabeza de puente para tal
invasión y de contener las intenciones de todas las personas que proyecten una
agresión contra Turquía, tanto desde el territorio de la Unión Soviética como
desde el de otros Estados vecinos de la nación turca.
El Gobierno de los Estados Unidos hará una declaración análoga, también
ante el Consejo de Seguridad, en el sentido de respetar a Cuba. Declarará que
los Estados Unidos, impulsados por el respeto a la soberanía de Cuba y a la
inviolabilidad de sus fronteras, se comprometen a no interferir en sus asuntos
internos, a no invadir Cuba, a no hacer del territorio norteamericano una
plataforma para tal invasión y a contener las intenciones de todas las personas
que proyecten una agresión contra Cuba, tanto desde el territorio de los
Estados Unidos como desde el territorio de los estados vecinos de la nación
cubana.
Para esto necesitaríamos, naturalmente, llegar a un acuerdo sobre un
tiempo límite. Lleguemos, pues, a un acuerdo sobre tal periodo de tiempo, pero
sin retrasarlo demasiado: dos o tres semanas, desde luego no más de un mes.
Los materiales situados en Cuba a que usted se ha referido y que
constituyen el motivo de su preocupación, están en manos de oficiales
soviéticos. Por lo tanto, que da excluido cualquier uso accidental de los
mismos con daño para Estados Unidos.
Estos materiales están emplazados en Cuba a petición del Gobierno
cubano y exclusivamente con fines de defensa. Por lo tanto, si no hay invasión
de Cuba ni ataque contra la Unión Soviética o contra alguno de sus aliados,
estos materiales no constituyen ni constituirán una amenaza para nadie. Porque
su instalación no persigue propósitos de ataque.
Si está usted de acuerdo con mi proposición, señor presidente, nosotros
podemos enviar a nuestros representantes a Nueva York, a las Naciones Unidas,
con instrucciones concretas a fin de que podamos alcanzar un acuerdo. Si usted
elige también a sus hombres y les da las correspondientes instrucciones la
cuestión puede quedar zanjada rápidamente.
¿Por qué deseo yo esto? Porque el mundo entero se encuentra actualmente
preocupado y espera de nosotros una rápida solución. La mayor alegría para
todos los pueblos puede ser el anuncio de nuestro acuerdo sobre la radical
liquidación del conflicto planteado. Yo atribuyo una gran importancia a este
acuerdo, que puede ser, además, utilizado como un buen paso para allanar el
camino a un convenio sobre prohibición d pruebas nucleares. La cuestión de las
pruebas debe ser estudiada paralelamente, aunque sin relacionar un asunto con
el otro, puesto que son de naturaleza diferente.
Sin embargo, es importante que se alcance un acuerdo sobre las dos
cuestiones para prestar al pueblo un buen servicio, para alegrarle también con
la noticia de la interrupción de las pruebas nucleares, para demostrarle que la
atmósfera no habrá de ser por más tiempo contaminada. Nuestra posición y la
suya a este respecto, señor presidente, son muy cercanas.
Todo esto puede ser utilizado también como un buen punto de partida
hacia la consecución de otros acuerdos sobre otras cuestiones acerca de las
cuales intercambiamos ahora nuestros puntos de vista. Estas cuestiones no han
podido quedar re sueltas por ahora, pero están esperando una urgente solución
que haga más clara la atmósfera internacional. Nosotros estamos dispuestos a
conseguirla.
Estas son, pues, mis proposiciones, señor presidente. Suyo,
respetuosamente,
26 de octubre de 1962
Nikita Kruschev
Nikita Kruschev
2. La crisis
de Cuba. Carta de Kennedy a
Kruschev 1962
Querido señor presidente:
He leído su carta del 26 de octubre con gran detenimiento y celebro
conocer su deseo de buscar una pronta solución al problema. Lo primero que
precisa hacerse, sin embargo, es cesar en el trabajo de las instalaciones para
proyectiles dirigidos en Cuba, a inutilizar todas las armas ofensivas
existentes en Cuba, bajo la supervisión de las Naciones Unidas.
En la creencia de que esto se llevará a cabo prontamente, he dado
instrucciones a mis representantes en Nueva York que les permitirán trazar
durante este fin de semana, en cooperación con el secretario general en
funciones de las Naciones Unidas y sus representantes, un acuerdo para una
solución permanente del problema cubano siguiendo las líneas sugeridas por
usted en su carta del 26 de octubre. Tal y como yo leo y entiendo su carta, los
elementos claves de sus propuestas que me parecen aceptables en general, tal y
como yo las entiendo son los siguientes:
1. Usted acordará eliminar estas instalaciones para armas ofensivas
existentes en Cuba, bajo la observación y supervisión de las Naciones Unidas, y
proceder, con adecuadas seguridades, a detener la introducción de tales
instalaciones y armas en Cuba.
2. Nosotros, por nuestra parte, estaremos dispuestos —mediante el
establecimiento de los adecuados acuerdos realizados a través de las Naciones
Unidas para asegurar la continuidad y la puesta en marcha de esos compromisos—
a lo siguiente:
a) Levantar inmediatamente las medidas de cuarentena ahora en vigor; y
b) Dar seguridad contra la invasión de Cuba. Confío en que otras naciones del
hemisferio occidental estén dispuestos a actuar del mismo modo.
Si usted da a sus representantes concretas instrucciones, no existe
razón por la cual no seamos capaces de completar estos acuerdos y anunciarlos
al mundo dentro de un par de días. El efecto de tal acuerdo sobre la tensión
mundial nos permitirá continuar trabajando hacia un acuerdo general referente a
«otros armamentos» como propone usted en su segunda carta que ha hecho pública.
Me gustaría señalar de nuevo que los Estados Unidos están interesados en
reducir las tensiones y detener la carrera de armamentos. Y esta carta
significa que usted está dispuesto a discutir una tregua que afecta a la OTAN y
al Pacto de Varsovia, nosotros estamos dispuestos a considerar con nuestros
aliados cualquier propuesta o propuestas convenientes.
Pero la primera condición, preciso es recalcarlo, es el cese del
trabajo en las instalaciones de lanzamiento de proyectiles dirigidos en Cuba y
las adecuadas medidas para inutilizar tales proyectiles, bajo concretas
garantías internacionales. La continuación de esta amenaza, o la extensión de
esta discusión referente a Cuba relacionándola con otras cuestiones referentes
a la seguridad europea y del mundo, conducirán seguramente a una intensificación
de la crisis cubana y a un grave efecto para la paz del mundo. Por esta razón,
espero que podamos ponernos de acuerdo conforme a lo señalado en esta carta y
en su carta del 26 de octubre de 1962.
28 de octubre de 1962
John F. Kennedy
John F. Kennedy
No hay comentarios:
Publicar un comentario